Pero estaba también aquella boca. Aquella boca tan perfecta que hacía
que sus rodillas se doblaran con algo que no tenía nada que ver con el
nerviosismo. Y aquellos cabellos negros como la noche; sus dedos
ansiaban entretejerse en su suavidad. Aquel cuerpo ágil de musculatura
plana, aquellas piernas largas... y aquella voz. Fue su voz lo que la había
decidido el día anterior, haciendo que se sintiera totalmente empeñada en
tenerle. Su voz había sido serena y desdeñosa al hablar
pero extrañamente persuasiva a pesar de todo. Se preguntó si podría
volverse misteriosa y oscura también, y cómo sonaría pronunciando su
nombre, susurrando su nombre...
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